Era una tarde de domingo. Estaba
en casa aburrido y como casi siempre que no tengo nada que hacer encendí mi
portátil y busqué por Youtube algún buen combate de boxeo. Esa tarde quería
algo delicado, un estilista fino, no se me ocurrió otro mejor que el “más
grande” así que tecleé “Muhammad Ali” en
el buscador y me dispuse a ver un combate cualquiera.
El azar hizo que pinchara sobre el Alí vs Frazier
del 8 de marzo de 1971. Yo al igual que Alí aquel día, no sabía lo que estaba a
punto de ver. Soy un amante del boxeo; pero no me avergüenza reconocer que por
aquel entonces no tenía ni idea de quién era Joe Frazier.
Empecé viendo el combate tumbado sobre mi
cama, disfrutando de los desplazamientos mágicos de Alí, viendo como sacaba
esas combinaciones explosivas buscando el mentón de un rival que se movía de
una manera extraña, se cubría de una forma poco ortodoxa y boxeaba de una
manera que nunca había visto antes.
Recuerdo que pensé que el pobre
desgraciado no pasaría del tercero. Se cubría con los brazos paralelos al suelo
y se movía pendularmente haciendo esquivas sin parar. El jab de Alí le entraba
continuamente al mentón; pero el tío se metía al cuerpo a cuerpo como un asno
salvaje intentando llegarle con crochet de izquierda. Un par llegaron a la
barbilla de Alí; pero éste se reía de su rival negando con la cabeza y
humillándolo sin parar. El segundo asalto fue más de lo mismo, un Alí socarrón
combinaba sin parar mientras su rival esquivaba a toda velocidad e intentaba entrar
en su guardia.
En el tercero la cosa cambió.
Nada más comenzar el asalto el extraño boxeador se metió en el cuerpo a cuerpo
y castigo a Alí con varios ganchos durísimos al cuerpo. Fue en este asalto cuando vi por primera vez
la terrible arma de Joe Frazier: su brutal volado de izquierda. Esquivaba sin
parar los jabs de Alí y entraba en su guardia fintando y soltando aquellos
durísimos izquierdazos que hacían temblar al “más grande”. Al final del tercer
round Alí ya no se reía y yo me había levantado de la cama y observaba el
combate pegado a la pantalla de mi ordenador.
Fue uno de los mejores combates
que he visto en mi vida, con razón la llamaron “la pelea del siglo”. Alí tuvo
que emplearse al máximo sacando su mejor boxeo contra aquel tipo de movimientos
extraños y aun así no pudo con él.
El gran Joe Frazier envió a la lona a Muhammad
Alí en el decimoquinto asalto con un brutal volado de izquierda y escribió con
letras de oro su nombre en la historia del boxeo. Ganó el combate por decisión
unánime y comenzó una serie de peleas épicas que culminaron cuatro años después
en el mítico “thrilla in Manila” considerado por los expertos en boxeo el mejor
combate del siglo XX. Quizá algún día escriba algo sobre ese combate.
Joe Frazier pasó los últimos días
de su vida olvidado en Filadelfia viviendo en un pequeño apartamento que uno de
sus admiradores le dejaba a cambio de nada. Debajo tenía un gimnasio donde
entrenaba a jóvenes boxeadores. Murió hace unos pocos años en un hospital para
enfermos terminales, dicen que sólo y olvidado. No sé si moriría sólo, pero
desde luego no murió olvidado, y de eso dan fe las palabras que Eddie Futch le
dirigió tras su último combate con Muhammad Alí en Manila:
“Nadie
olvidará jamás lo que habéis hecho hoy aquí”
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